Las ciudades invisibles

Escrito por: Alicia Pinto
Tipo: Recomendación

LAS CIUDADES INVISIBLES


Habla sobre diferentes ciudades, son todos descripciones maravillosas que me fascinan... escribe tan bien, ojalá algún día pudiera ser como él, de verdad, es uno de mis autores favoritos. Tiene una forma de escribir alucinante y maravillosa, tanto que te deja sentada frente a frente con la almohada,
observando con ojos luminosos el libro y diciendo ¡Dios Santo, esto es una obra de arte! Pues sí, os lo teneis que leer, aunque claro, no es un libro de coger cualquiera y leerlo con facilidad, se necesita dedicación y saber un poco sobre literatura, nada más, sólo un poco de vocabulario y horas de lectura anteriores. ¡Amor por los libros nunca sobra!

Relata la historia de Marco Polo, cuando le cuenta las ciudades por las que ha viajado (de ahí estos relatos) y todas tienen nombre de mujer, pero no intenteis encontrar el vuestro, porque son nombres... ¡rarísimos!. Cada uno cuenta una pequeña historia maravillosa y que al menos a mí me encanta. Se dividen en secciones, como ciudades de ensueño, las ciudades del cariño... está muy bien y espero que os guste. Personalmente, es genial. Las ciudades se las ha inventado el autor.

Aquí os dejo un pequeño fragmento:

" En la vida de los emperadores hay un momento que sucede al orgullo por la amplitud inconmensurable de los territorios que hemos conquistado, a la melancolía y al alivio de saber que pronto renunciaremos a conocerlos y a comprenderlos, una sensación como de vacío que nos asalta una noche junto con el olor de los elefantes después de la lluvia y de la ceniza de sándalo que se enfría en los braseros, un vértigo que hace temblar los ríos y las montañas historiados en la leonada grupa de los planisferios, enrolla uno sobre otro los despachos que anuncian el derrumbe, de derrota en derrota, de los últimos ejércitos enemigos y resquebraja el lacre de los sellos de reyes que jamás oímos nombrar, que imploran la protección de nuestras huestes triunfantes a cambio de tributos anuales en metales preciosos, pieles curtidas y caparazones de tortuga; es el momento desesperado en que se descubre que ese imperio que nos había parecido la suma de todas las maravillas es un desmoronarse sin fin ni forma, que la gangrena de su corrupción está demasiado avanzada para que nuestro cetro pueda ponerle remedio, que el triunfo sobre los soberanos enemigos nos ha hecho herederos de su larga ruina.
(...)
Partiendo de allá y andando tres jornadas hacia levante, el hombre se encuentra en Diomira, ciudad con sesenta cúpulas de plata, estatuas de bronce de todos los dioses, calles pavimentadas de estaño, un teatro de cristal, un gallo de oro que canta todas las mañanas en lo alto de una torre. Todas estas bellezas el viajero ya las conoce por haberlas visto también en otras ciudades. Pero es propio de ésta que quien llega una noche de septiembre, cuando los días se acortan y las lámparas multicolores se encienden todas a la vez sobre las puertas de las freidurías, y desde una terraza una voz de mujer grita: ¡uh!, se pone a envidiar a los que ahora creen haber vivido ya una noche igual a ésta y haber sido aquella vez felices".